miércoles, 20 de junio de 2012

250 km para decirle adiós


Aquí es, el fin del mundo en persona
Son 250 km de ida y vuelta, dice el Google Earth, los que recorrimos para llegar al fin del mundo y decirle adiós, abuela.
Tengo un vacío en el alma, donde antes no existía. Nostalgia inexplicable ante una lejanía que nunca fue cercana, por las razones conocidas en la familia.

El punto es que se fue, y se fue antes de conocer a la biznieta, algo que quizá nunca consiga quitar de esa lista inmensa de cosas que a uno le duelen por no haber hecho a tiempo, o no haber hecho el tiempo, en este caso. Y si no hubiera sido por una visita que le hicimos hace 2 años cuando empezó su sufrimiento, quizá se habría ido también sin conocer al peque.

La vida, o más bien el ritmo de vida, es ingrato. Nos lleva a recorrer el mismo camino rutinario dia a dia, y sin darnos cuenta las hojas de caen del calendario, se suma uno al correlativo y todo vuelve a empezar, dejando de lado esas pequeñas cosas que debimos hacer, pero que nunca nos damos el tiempo. Eso, hasta que un evento trágico te pone un octógono rojo en medio de la vía y te dice: “Alto” y entonces sí, hay tiempo, se hace el tiempo, se justifica tomarse el tiempo, para ir y decir adiós a quien ya se fue y no lo escuchará, ni sabrá que le tenías cariño, ni sabrá que lloraste por su ausencia, ni sabrá que tenías la intención, siempre la intención, de “este año sí” ser más cercano.

Y bien me acuerdo, como dicen, porque hace dos años yo tenía vacaciones y decidimos que después de 7 años de estar que ella venía o que nosotros íbamos y que nunca se había tenido la voluntad real por ninguno de los lados, el resultado seguía siendo una bisabuela y un biznieto que no se conocían. Y tuvieron a bien en el trabajo decir que no, que no habrían vacaciones, porque había trabajo que sacar y que no podía esperar. Y me rebelé, y quedé de “mala gente”, y me fui. Me tomé las vacaciones que ya tenía programadas e hice la visita, porque sabía que llegaría este día, en que ya por gusto sería ir.

Y claro, ahora no hubo peros, igual había trabajo, pero claro, vaya, no se preocupe. Y ya para qué, si ya no está.

Eso había pensado toda mi vida, que cuando ya alguien se fue, no sirve de nada ir a dejar flores a un cementerio. Sin embargo, he modificado una parte de esa creencia por la experiencia vivida en estos dias. Sí, con la persona que se ha ido hubiese sido mejor hacerlo todo en vida, pero la asistencia a estos acontecimientos es para dar fortaleza a los que se quedan.

Hace 29 años vivimos esa parte, de ser los “anfitriones” del asunto. En nuestra casa quedó el vacío cuando todos se fueron y ella, mi bisabuela, ya no estaría más.

Ahora le toca a otro miembro de la familia lidiar con ese hueco en la existencia. Es más dificil sobrellevar la pérdida para quien ha pasado cada dia de los últimos años en compañía de quien ya no estará más.

Viaje 250 km para volver a conocer a primos que cuando los ví la última vez me llegaban a la cintura y ahora me sacan fácil 30 cm en altura. Conocí a primos que no había visto nunca. Me enteré que tengo 2 tías-abuelas de casi 80 años, menudas como el aire, a quienes por las circunstancias no tuve oportunidad de presentarme y darles a conocer de mi existencia. Supe que tengo un tio-abuelo, que no asistió por estar ya enfermo. Viví engañada todo este tiempo, ubicando el origen de la rama materna en Cuiyuiscat, allá en Metapán, para vernir a darme cuenta que estaba en Potrero Sula, Nueva Concepción, Chalatenango. Irónicamente, recientemente pude haber ido a conocer físicamente ese lugar, pero no se dio y de todas formas no sabía, así que no habría podido indagar sobre los ancestros.

Antes de partir dije: “iré a conocer el río Paz” pues toda la vida me figuré que la casa estaba al lado del río. Resultó estar a 2 cuadras y ante las circunstancias, no fui. Vuelvo y busco el lugar donde descansará, y descubro que me separaban unos metros del dichoso río, pero no sabía.

¿Ud cree en la dichosa mariposa negra, o cafecita oscura, que se supone llega para avisar que alguien ha muerto? Yo, totalmente Dana Scully, no sé qué pensar, al reconstruir la semana pasada y notar que una mariposa negra estuvo posada al lado mío, toda una mañana, en la ventana de la oficina. No logro recordar si fue antes o después que me dieran la noticia. Pero de que vino, vino. Doy Fe.

El pasado Enmendado Vale. Y estoy segura de poder dar la orden de “Inscríbase”.

Solo cuando la estaban despidiendo, caí en la cuenta que le dijeron Antonia, como era su nombre legal, aunque todos la conocimos como Margot o Margarita.

La persona que conocimos no existió en papeles, pero dejó hijos, nietos y biznietos que darán fé de su paso por este mundo como una mujer fuerte, tronco de sostén el árbol genealógico, alegre, físicamente alta y guapa, con un corazón que le dio para criar un hijo ajeno en añadidura a los 7 propios.

Descanse en paz Margot.

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