Hay días de todos los colores, sabores y tamaños.
Días con sol, días con nubes, días como hoy en que el cielo amaneció tan azul que da lástima estar encerrado entre paredes y techo, con tanta vida por vivir allá afuera.
Los días se arreglan según su estado de ánimo. Quizá nosotros también.
Antes, allá en la distancia, recuerdo una “yo” que andaba buscando cómo verse “bonita”, por decirlo de algún modo. Me veía en el espejo, buscaba aritos, reloj y pulseras que combinaran, tacones, a veces hasta medias – en las semanas sin viernes en que usaba vestidos - , y el infaltable labial -rosado porque puesí, el rojo no era de niñas -.
De pronto, la vida se fue hacia adentro, pasé más pensando en cómo me sentía que en como me veía y quizá hubo un tiempo en el que por dentro tenía 18 años eternos, mientras por fuera envejecía sin darme cuenta. Bue, no es tan dramática la cosa, no es que ande por el mundo con bastón, joroba y canas.
Pero no me importaba. Sonreía y me veía linda, linda por dentro. A saber cómo me veía por fuera.
Así pasó en los dos embarazos, en esos 3 meses que pasé con cada uno encerrada en la casa, en camiseta viejita y short, absorta en el mundo de ver crecer a mis bebés cada minuto del día...y de la noche. No me recorté el cabello tipo hombre porque me dio lástima, pero hubiera sido lo mismo porque lo andaba siempre recogido, por el calor y porque se me enredaba en las manitas traviesas que me querían tocar.
Pero de un tiempo acá, no ha sido la felicidad interior la que me ha robado la coquetería externa. Es el corre corre, el día encima del otro día, el salir corriendo apenas con desayuno en la mano – a veces ni siquiera eso – de pasar los dias sin fijarme en mí misma, de simplemente existir para resolver aquí y resolver allá, atrapada entre dos topes elásticos en los que solo reboto de un lado a otro y no puedo pararme al medio.
Ayer encontré unas pulseras viejitas, de esas tipo gitana que jamás pasan de moda, las cajitas con los aritos – 95% regalados por mi santa madre – y las cadenitas manchadas por el olvido.
Así que me decidí a ponerme este par...
Confieso que en la mañana, haciendo juego con el cielo azul hermoso que estaba afuera, andaba una cara de malía que no podía con ella...y me encantó. Ahora ya va de bajadita el día, las nubes grises de lluvia ya se posaron en el horizonte...aun ando el atuendo, pero el feeling ya bajó.
A ver, a ver si uno de estos dias me busco y me encuentro, donde sea que me haya dejado olvidada.
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