En aquella ocasión las
circunstancias eran abismalmente diferentes, era solo el peque, tenía
como 20 meses y pude llevarlo al trabajo creo que por una semana. Fue
un espectáculo, todo mundo consintiéndolo, hasta
llevábamos el sofá de la recepción a mi área
de trabajo para que el pequeño hiciera siesta y me dejara
trabajar.
Ahora la situación distaba mucho
de ser así.
A las 6:30 de la mañana, hora en
la que ya estaba bañada, había puesto ropa en la
lavadora, despachado al peque para el cole, hervido pachas y me
disponía a despertar a la bebé para bañarla,
llama la persona que la cuida, para avisar que no podría
venir.
Frustración.
Intenté otra opción.
Tampoco hubo apoyo.
Frustración.
En eso, la nena despertó y fui
por ella. ¿Qué hacía? No tenía ningún
lugar donde me la recibieran así de sorpresa y por un dia.
¿Opciones? La única era no ir a trabajar.
Las lágrimas corrían y
ante la desesperanza recordé las palabras de alguien que me
aprecia y que ante una disyuntiva reciente me dijo: “las cosas son
tan fáciles o tan complejas como las querramos hacer”. Y ya,
poco a poco tomé conciencia de que mi tristeza no arreglaría
nada. En el trabajo no les importaría si yo me había
sentido mal o no por no ir, simplemente me descontarían el dia
y ya. Es decir, triste o alegre, las consecuencias laborales serían
las mismas.
Entonces opté por ver las cosas
diferente, disfruté de la sonrisa de mi Gaby, la bañé,
la alimenté y armé el plan de pasar el dia con mis
hijos y mis padres enfermos, sin remordimientos, haciendo algo que
muy poco hago: simplemente vivir.
El dia acabó, mañana
habrá una nueva oportunidad de hacer lo que no hice hoy, pero
4 personas estuvieron felices de pasar el dia conmigo y me lo
agradecieron, los que pueden hablar con sus palabras y los que no,
con sus sonrisas.
Allá, seguro encontraré
el mismo papelero desordenado, los 2000 y pico correos por ordenar,
las 25 actas pendientes de elaborar, los mismos 6 trámites por
gestionar. No sé si importó que no haya ido, pero sé
que alguien notó mi ausencia, alguien quien me dijo: “ la
labor que ud desempeña en esta empresa es admirable, a mi me
sorprende su capacidad”.No, no fue el jefe. Los jefes no dicen esas
cosas, al menos no los salvadoreños. Fue alguien a quien yo
también respeto por su capacidad y ganas de hacer las cosas
bien. Es un aliciente, especialmente porque por muchos años me
ha tocado luchar con alguien que piensa que mi trabajo no vale nada,
que no hacía falta estudiar para hacer lo que hago, que un
motorista igual puede hacer lo que yo, que soy incapaz de moverme a
algo que me produzca más dinero. Y, ¿si lo que yo
quiero no es más dinero, sino más días como hoy?
Sí, hay algo que quiero, se llama tiempo, tiempo para
compartir con los que amo, y ese no he podido encontrarlo, al menos
no de una forma viable. El peque me decía al regreso, que por
qué no podía pasar más dias así con
ellos. La respuesta era obvia: si no trabajo, tampoco tendría
dinero para el auto, la gasolina, la comida y todo eso de lo que
disfrutó. Equilibro...me pregunto dónde estarás.
Te seguiré buscando.
Gracias a ud, que sospecho leerá, por haberme dado esa frase mágica para combatir el abatimiento. Quizá esa es su táctica, pues en otro lado que lo citaban decía "están haciendo una tormenta en un vaso de agua". Grande =)
Gracias a vos-ud por darme los ánimos para seguir haciendo lo que hago. Hug de #NiñaDelicada.
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