miércoles, 13 de enero de 2016

15 años

Hoy hace 15 años de ese terrible evento que llenó de luto al país, sí, el primer terremoto de ese año. No, este post no es para hablar de eso, pero igual podría dedicar un minuto de silencio para acompañar a las personas que hoy recuerdan a algún familiar o amigo perdido ese 13 de enero.

Por la fecha me acordé, que hace 15 años yo no estaba aquí, sí, me perdí el terremoto. Quizá por eso no les temo, porque nunca he sentido uno en toda su magnitud.

El punto es que hace 15 años yo andaba de viaje, en el que creo que fue el último viaje largo de vacaciones – bue, largo 5 dias – a otro país. Y, viendo para atrás, creo que mi yo de hoy hubiera disfrutado mucho más ese viaje.

Mi yo de hace 15 años era ilusa, romántica, débil, dependiente, y lo peor, estaba atada a un ancla invisible que no sabía que tenía y que no me dejaba dar más de dos pasos sin regresar al punto inicial, más lastimada que antes de intentar avanzar.

Hace 15 años me perdí de disfrutar del mar, que junto con la música y los libros son de las cosas que más me gustan y que más placer me provocan, por simplemente “esperar”. Me dieron las 10 am en una habitación de hotel, oscura, sin vista a ningún lado interesante, haciendo nada más que esperar que la otra persona “descansara” y “estuviera de humor” para salir. Mi yo de hoy se habría levantado a las 5 am para ver amanecer en esa playa turquesa de arena blanca, más pacífica que una piscina, a pesar de ser atlántica (sí, ya sé, que el nombre Pacífico del océano no es por la playa, sino en alta mar, pero en ese entonces no me acuerdo si ya sabía). Porque en esa playa, a diferencia de las nuestras, no atardece, amanece.

Me perdí entonces la única oportunidad que he tenido en la vida de ver amanecer en el mar, de ver salir el sol de esa masa inmensa de agua que es el océano y reflejarse en las olas. Me perdí caminar en la arena fría, como de refrigeradora, a pesar de ser isla tropical, cortesía de un frente frío en enero, cuando el cambio climático no nos había arruinado los frentes fríos y los suéter aquí servían para algo más que agarrar polvo en los closets. (Y en esa época no tenía closet, pero ese es otro relato). En resumen, me perdí de vivir cuando tuve la oportunidad.

Hace 15 años pude haberle dado la vuelta al mundo si hubiera querido. Tenía 15 días hábiles al año más feriados de vacaciones, para agarrarlas cuando quisiera, tenía ahorros, no tenía a ningún menor de edad dependiente de mí, mis padres se valían por sí mismos...lo único que no tenía era salud mental, vivía en una depresión perenne que no sabía que tenía, todo se limitaba a pensar que era “melancólica y triste, llorona por naturaleza”. Tenía oportunidades que no aproveché, por el ancla invisible, y que jamás se han repetido.

Mi yo de hoy tiene una armadura, para sacarla cuando el ancla vuela y amenaza con caerme encima, y aunque no salgo ilesa, ya no me ata como antes.

Pero mi yo de hoy tiene deudas, responsabilidades tan cotidianas como que tengo 1 año de que me chocaron el carro y no he encontrado tiempo para quedarme 1 semana sin movilidad para que lo arreglen, tiene mala salud, dolores por todos lados, 10 dias de vacaciones partidas en 3 periodos en temporada alta que hacen poco viable un viaje. Tareas, tareas, más tareas.


Conclusión concluyente: vivan mientras puedan.

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