Me había resistido
a prestar las líneas de este blog para hablar de violencia, esa que
nos aqueja cada día más y llena de luto al país y sus habitantes.
Pero este es un tema relacionado, derivado y productor de, digamos.
Estábamos con mi
hija pequeña en un lugar de comida con juegos infantiles. El
amueblado era con casita, mesas y toboganes plásticos, de esos que
no resisten mucho peso, por ende eran para niños pequeños.
Adicionalmente, había un rótulo que especificaba que era para
menores de 5 años.
Antes de que ella
terminara de comer y pudiera ir a jugar, unos niños grandes, el
menor de unos 8 años, comenzaron a jugar con pistolas y dardos de
goma, asumo que tipo Nerf o algo así. No pude evitar sentir tristeza
al ver a esos niños volteando las mesas para usarlas de trincheras y
disparar – sí, porque esos cartuchos de goma golpean fuerte – al
otro niño, con una sonrisa casi malévola.
Es un país con x
cantidad de muertos diarios, a veces xx. La mayoría de padres de
niños pequeños somos una generación que nació y creció en la
guerra ¿por qué querríamos que nuestros hijos repitan eso? Lo
único que pude pensar es que nadie en sus cabales le da a un niño
armas como juguetes, mucho menos en los tiempos que vivimos.
Quite la violencia
criminal, en este país y en muchos otros vecinos y lejanos, hay
violencia por intolerancia, de cualquier tipo. Gente que dispara y
mata a otro ser humano por un parqueo. Así.
Y entonces surgió el
dilema ¿puedo ir a jugar? El papá decía que
no, porque la iban a golpear. Y yo dije que sí, porque defender la
libertad es eso, no limitar tus deseos o derechos por el abuso de los
demás. Así que fui con ella, me paré entre los niños y el juego
donde ella estaba, miré al mayor y le pregunté ¿dónde están tus
papás? Me los señaló y los miré y le dije “ok, ya sé a quién
reclamar si la golpeas”.
Siguieron jugando,
el más grande les decía “no vayan a golpear a la niña”. De
pronto un cartucho salió disparado y fue a pegar a otra persona en
una mesa, una mesa que estaba incluso en otra habitación. Volteé
hacia la madre de los niños, moviendo la cabeza en señal de
desaprobación y mirándola con un “¿cómo es posible?”. Al
parecer entendió, y les dijo “dejen de jugar, vámonos”.
No sé si lo que
hice está bien o mal, solo sé que le quiero enseñar a mis hijos,
especialmente a la niña, que no está bien esconderse, callarse o
dejar de hacer lo que queremos solo porque alguien más fuerte, más
grande, prepotente o violento nos lo impida.
Esa es la libertad.
Sospecho que esas
personas son de las que ven los noticieros y dicen “el Gobierno que
no hace nada para parar esto”...ajá, y ellos no se fijan lo que
hacen para perpetuarlo.
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