lunes, 4 de enero de 2016

Armas, ni de juguete

Me había resistido a prestar las líneas de este blog para hablar de violencia, esa que nos aqueja cada día más y llena de luto al país y sus habitantes. Pero este es un tema relacionado, derivado y productor de, digamos.

Estábamos con mi hija pequeña en un lugar de comida con juegos infantiles. El amueblado era con casita, mesas y toboganes plásticos, de esos que no resisten mucho peso, por ende eran para niños pequeños. Adicionalmente, había un rótulo que especificaba que era para menores de 5 años.

Antes de que ella terminara de comer y pudiera ir a jugar, unos niños grandes, el menor de unos 8 años, comenzaron a jugar con pistolas y dardos de goma, asumo que tipo Nerf o algo así. No pude evitar sentir tristeza al ver a esos niños volteando las mesas para usarlas de trincheras y disparar – sí, porque esos cartuchos de goma golpean fuerte – al otro niño, con una sonrisa casi malévola.

Es un país con x cantidad de muertos diarios, a veces xx. La mayoría de padres de niños pequeños somos una generación que nació y creció en la guerra ¿por qué querríamos que nuestros hijos repitan eso? Lo único que pude pensar es que nadie en sus cabales le da a un niño armas como juguetes, mucho menos en los tiempos que vivimos.

Quite la violencia criminal, en este país y en muchos otros vecinos y lejanos, hay violencia por intolerancia, de cualquier tipo. Gente que dispara y mata a otro ser humano por un parqueo. Así. 

Y entonces surgió el dilema ¿puedo ir a jugar? El papá decía que no, porque la iban a golpear. Y yo dije que sí, porque defender la libertad es eso, no limitar tus deseos o derechos por el abuso de los demás. Así que fui con ella, me paré entre los niños y el juego donde ella estaba, miré al mayor y le pregunté ¿dónde están tus papás? Me los señaló y los miré y le dije “ok, ya sé a quién reclamar si la golpeas”.

Siguieron jugando, el más grande les decía “no vayan a golpear a la niña”. De pronto un cartucho salió disparado y fue a pegar a otra persona en una mesa, una mesa que estaba incluso en otra habitación. Volteé hacia la madre de los niños, moviendo la cabeza en señal de desaprobación y mirándola con un “¿cómo es posible?”. Al parecer entendió, y les dijo “dejen de jugar, vámonos”.

No sé si lo que hice está bien o mal, solo sé que le quiero enseñar a mis hijos, especialmente a la niña, que no está bien esconderse, callarse o dejar de hacer lo que queremos solo porque alguien más fuerte, más grande, prepotente o violento nos lo impida.

Esa es la libertad.


Sospecho que esas personas son de las que ven los noticieros y dicen “el Gobierno que no hace nada para parar esto”...ajá, y ellos no se fijan lo que hacen para perpetuarlo.

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