jueves, 21 de julio de 2011

In Memorian: Facundo Cabral



Ahi lo ví, por primera y única vez, en vivo.
Un concierto inolvidable. Compré el CD. Alguien lo prestó. Lo recuperé.
Ahora que se ha ido, nada podrá recuperar su presencia, no habrá más un próximo concierto.

Sabíamos que se iría, mas no sabíamos cuándo.
Creímos saber el cómo, nos quedó el desencanto.

Queda la eterna duda del ser humano, de preguntarse qué sería menos cruel. 15 minutos a causa de tiros, o larga agonía que produce el cáncer.

Quien sabe si era su tiempo, quizá lo reclamaban de arriba.

Aquí se le extrañará, aunque como dijo una vez: “Espero que cuando la muerte me encuentre, esté completamente vivo”. Y lo estaba, venía de hacer lo que más amaba, cantar. De un concierto, de su guitarra. De ser el Cabral que antes de empezar esta canción, agregaba:

“Me gusta decir, tengo derecho a decir...”

Viento, campos y caminos... distancia,
qué cantidad de recuerdos
de infancia, amores y amigos... distancia,
que se han quedado tan lejos.
Entre las calles amigas... distancia
del viejo y querido pueblo
donde se abrieron mis ojos... distancia,
donde jugué de pequeño.

Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.

Allí viví la alegría... distancia
de aquel primer sentimiento
que se ha quedado dormida... distancia
entre la niebla del tiempo.
Primer amor de mi vida... distancia,
que no pasó del intento;
primer poema del alma... distancia,
que se ha quedado en silencio.

Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.

¿Dónde estarán los amigos... distancia,
que compartieron mis juegos?
¿quién sabe donde se han ido... distancia,
lo que habrá sido de ellos?.
Regresaré a mis estrellas... distancia,
les contaré mi secreto:
que sigo amándo a mi tierra... distancia,
cuando me marcho tan lejos.

Un corazón sin distancia quisiera
para volver a mi pueblo.


Te fuiste Facundo, como se han ido muchos en nuestras tierras. Sin merecerlo, sin quererlo, víctimas de para quienes la vida es un número, un valor material, tan desechable como el arma con que la quitan a quien interfiere en sus planes.

Te quedás, en la memoria, en el recuerdo, en todas las Cabralidades que se repetirán hasta el infinito. Quizá no eras de aquí, eras de allá.

QDEP Facundo Cabral.

viernes, 8 de julio de 2011

Autoservicio: el suplicio nuestro en cada mordida.

Señor dueño de franquicia de restaurante: si va a meter en el lío de tener autoservicio, al menos hágalo bien!.

¿Cuál cree usted que es el fin último de una persona de usar el autoservicio? Algunas respuestas pueden ser:
.......Estoy tan cansado que no quiero ni bajarme del carro.
......Tengo poco tiempo y no puedo perderlo buscando un parqueo
......Me muero del hambre!
......Ya voy tarde al trabajo-casa-colegio
Cualquier combinación que se le ocurra de las anteriores.

Partiendo de esas opciones, muy probablemente la gente que pasa por el autoservicio quiere:
......Por principio, no andar dundeando buscando el círculo de hoyitos por donde debe hablar.
......Que esté disponible lo que lleva en mente pedir (y si está exhibido en el menú de autoservicio, es su obligación que haya)
......Que le atiendan con rapidez, tanto en tomar la orden, como en efectuar el pago y entregarle el producto.
......Que le den justamente lo que usted pidió y como lo pidió.
......Que si hay cola y ya le sirvieron su producto, pero al de adelante no, los dependientes se las ingenien para que usted pueda irse lo antes posible porque pues, ya no tiene nada que estar haciendo ahí.
......Y de ser posible y si no es mucho pedir, que las personas que lo atiendan tengan una sonrisa o en caso fortuito, al menos que no estén empurrados.

Visto loa anterior, hago mi ranking de autoservicios a cual más deficiente, al menos en los establecimientos que por A o B motivo he visitado.

El premio al peor autoservicio se lo discuten en penaltis el Quiznos y el Mr Donut ubicados en el Boulevar de los Héroes...tiremos la moneda...y el ganador es....

Mr Donut, sucursal Los Héroes, y hasta donde yo sé, el único que tiene autoservicio. Corríjame si me equivoco.
Ahí el tiempo no importa, si algo lo puede hacer perder su valioso tiempo, existirá en ese mágico mundo que le pone como primer obstáculo el desafortunado diseño vial,que lo obliga a atravesarse el estrechisimo parqueo para llegar al autoservicio, lo cual incluye por supuesto, soportar las maniobras de la niña, señora, bicho, maitro, que está justamente aprendiendo a estacionarse bajo la fantástica guía de un vigilante de restaurante. “Enróllese recto, dele dele, avisa, ahí nomás, endrezcalo” y el típico golpe en el baúl son algunos de los aderezos.

Usted inocentemente llega al sitio donde tiene que hablar, pacientemente dice “hola, hola, hola” y nadie responde. Lo que usted no sabe, es que no hay una persona destinada al autoservicio, y la niña que anda el audífono y micrófono probablemente esté con un plato en la mano intentando despachar en el mostrador a la señora con 3 niños que no se deciden de qué sabor quieren la dona o si los convencen de tomar sopa (Doy fe que sucede, no con 3, pero sí con 1).

Cuando la voz lo despierta, pide usted la empanada de queso que lo llevaba suspirando, o para lo que le alcanzaba, y ya, ordenó.

Pasa a la siguiente ventanilla. Ve el espacio de la caja, tan amorosamente diseñado por el arquitecto para el autoservicio, vacío. Porque claro, la niña del audífono sigue allá adentro, sirviendo un jugo con el hielo aparte o una sopa bien cliente. Pasan 5 minutos, usted mejor apaga el carro. Ve acercarse a la señorita con sonrisa nula que le dice “fíjese que no hay de queso, no la quiere de pollo?”.

Sus esperanzas e ilusiones se derrumban, pero igual, lo mata el hambre, no tiene tiempo y ya perdió 5 minutos mínimo, así que asiente y ordena la de pollo. ¿La quiere caliente? Le preguntan. “Un poquitito” dice usted, porque su objetivo es comérsela ya y el calentado es en el ingrato microondas.

La chica se retira...no le dijo cuánto es. Usted saca más de un dólar, por si acaso.

Pasan otros 5 minutos. La joven vuelve, con la bolsita blanco-café-naranja. Le toma el dinero y usted no sabe si esperar vuelto o irse. Sí hay vuelto, se lo dan con la factura.

Con el hambre devorándolo a usted y no a la inversa, saca rápidamente la empanada de la bolsa y descubre con horror, que se ha generado una quemadura de primer grado en los dedos, porque la desgraciada empanada está hirviendo. En ese momento pasa por su mente la típica frase rezongona de “¿qué parte de poquitito no entendió?”.

Se va, con menos tiempo, molesto, y con hambre, porque ese chunche no es comestible hasta dentro de, al menos, 5 cuadras.

Bravo Mr Donut! La gran variedad.

Con el fin de no mezclar comidas incompatibles, pero sobre todo para no aburrirlo, dejamos la Quizstory para el próximo post.

Provecho!.