miércoles, 30 de agosto de 2017

6 No para 5 ¿por qué?



No entiendo qué tienes

No eres mi tipo

No eres guapo

No tienes un buen físico

No eres interesante

No sabes ni conversar


¿Por qué rayos no puedo dejar de pensar en tí?

¿Por qué una simple voz agradable causa todo este desastre?

¿por qué tanta adrenalina en cada sonrisa recíproca?

¿por qué ni los fines de semana te vas de mi mente?

¿por qué no puedo dejar de mirarte si te tengo enfrente?


Apático, aburrido, frío
¿será que con tocarte se va el hechizo?

martes, 29 de agosto de 2017

Yo-mi-me-conmigo-y sin mi

Un mes desde la última entrada...un mes de no escribir. Y eso que dije que lo haría más seguido, porque me mantiene alejada de pensamientos que nada que ver. Heme aquí.

En FB rotulé un pensamiento relacionado bajo la etiqueta "cosas que me recuerdan que debo ir a terapia, pero no puedo pagarla". Quisiera ir, realmente, que alguien más allá de mi misma me pudiera dar herramientas para no ceder ante mi misma.

Nunca sabés el daño que te hicieron en la infancia-adolescencia-adultez temprana, hasta que observas tu comportamiento adulto desde afuera y te das cuenta que haces cosas sin razón, que solo sirven para complicarte la vida.

La gracia, y la suerte, es poder hacerlo, es decir, poder elevarte por encima de vos mismo y poder ver lo que estás haciendo y darte cuenta que no tiene sentido...o sí, si le hallás los nexos adecuados.

Somos lo que queremos ser, sí, pero lo que somos también está condicionado por lo que nos dijeron que éramos mientras crecíamos y por todas las cosas que los agentes externos te hicieron.

Esa gente ultra positiva que cree que uno puede lograr lo que le dé la gana con solo proponérselo no está en sus cabales. No. Estamos condicionados, nuestro cerebro – porque va, decir que nuestro corazón es muy cursi – se comporta no solo por la parte voluntaria que le “ordenamos” desde nuestro ser consciente. Tiene también sus puntos débiles en los que de lleva de reflejo condicionado en reflejo condicionado y es ahí cuando se te arruina el “yo quiero”.

En estos momentos estoy viendo en mi una conducta que no me gusta, no desde el punto de vista cuerdo y lógico. Pero sé, muy en el fondo de mí, que es producto de que más de la mitad de mi vida me han hecho lo mismo.

Estoy haciendo algo que desde los 15 años odié que me hicieran, y que por más que cambié de “rumbo” me persiguió a donde fuera. Lo peor es que sé que hacerlo me desvaloriza como persona, que me crea problemas que no necesito, y que a fin de cuentas me trae una tristeza gratuita, cuando la adrenalina de la emoción por el reto se desvanece, cuando las acciones no dan el resultado esperado, cuando el conejillo de indias no sigue la corriente y el experimento fracasa. El problema, mi problema, es que no sé parar.

Me caigo mal por hacerlo, pero ha resultado tan difícil de detener como dejar el café en frozzen lleno de azúcar y calorías: sé que me hace daño, cada día me levanto con la idea de que hoy no, y termino dando la vuelta y parando en el autoservicio para comprar uno.