Una vez, cuando tenía 10 años, tuve bicicleta por primera vez. Fuimos a la finca Modelo, a la cancha de futbol, y ahí andabas, junto a mí, deteniéndola del asiento para que yo aprendiera.
De pronto iba a media cancha, más rápido que al principio, recuerdo haber girado la cabeza y decir “ ¿y cuándo me vas a soltar para ver si puedo sola?”...y entonces te ví, allá en la portería, observándome...llevaba media cancha sola y no me había dado cuenta, no me caía, porque pensaba que ibas ahí a mi lado deteniéndome.
Muchas veces me sentí como abandonada en la vida, que nadie se ocupaba de mí, que tenía que hacer todo por mí misma. Pero quizá lo que en realidad pasó fue eso, que me soltaste, para que pudiera guiar mi propia existencia, vigilando a distancia.
Si quisiera pudiera guardar rencor por los gritos, por tantas peleas en mi adolescencia, por la vez que me seguiste por la casa hasta darte con la puerta que se cerró a mi paso y dijiste “en algún momento tenés que salir”...y no salí hasta el dia siguiente, por no haberme abordado de frente cuando consideraste que estaba en problemas y enviaste a otra persona a que hablara conmigo.
Pero no, no ahora que estás desvalido, no ahora que ya no puedes pelear conmigo, no ahora que necesitas de nosotros.
Prefiero recordarte como el hombre que escribió en una cajetilla de Marlboro dura: “cigarro, te cambio por ejercicio y aire fresco” y nos libró de ser fumadores involuntarios el resto de nuestra infancia.
De pronto iba a media cancha, más rápido que al principio, recuerdo haber girado la cabeza y decir “ ¿y cuándo me vas a soltar para ver si puedo sola?”...y entonces te ví, allá en la portería, observándome...llevaba media cancha sola y no me había dado cuenta, no me caía, porque pensaba que ibas ahí a mi lado deteniéndome.
Muchas veces me sentí como abandonada en la vida, que nadie se ocupaba de mí, que tenía que hacer todo por mí misma. Pero quizá lo que en realidad pasó fue eso, que me soltaste, para que pudiera guiar mi propia existencia, vigilando a distancia.
Si quisiera pudiera guardar rencor por los gritos, por tantas peleas en mi adolescencia, por la vez que me seguiste por la casa hasta darte con la puerta que se cerró a mi paso y dijiste “en algún momento tenés que salir”...y no salí hasta el dia siguiente, por no haberme abordado de frente cuando consideraste que estaba en problemas y enviaste a otra persona a que hablara conmigo.
Pero no, no ahora que estás desvalido, no ahora que ya no puedes pelear conmigo, no ahora que necesitas de nosotros.
Prefiero recordarte como el hombre que escribió en una cajetilla de Marlboro dura: “cigarro, te cambio por ejercicio y aire fresco” y nos libró de ser fumadores involuntarios el resto de nuestra infancia.
Como el que me enseñó a andar en bicicleta y fue conmigo hasta el Congo.
Como el que me llevó una Biología ilustrada a color, pasta dura y en Inglés, y me la dio sin temor a que la fuera a romper, aunque era muy pequeña todavía.
Prefiero recordar y mencionar al que según me cuentan me salvó la vida, cuando era casi bebé, mientras literalmente me ahogaba camino al médico por una afección respiratoria.
Me gusta más recordar al que me llevaba a los actos de su escuela y me dejaba sentirme importante como “la hija del profesor” y cantar y declamar admirada por los otros niños.
Es más importante decir, que nos cuidabas cuando nos enfermábamos, que era por vos que los antibióticos estaban a la hora correcta, no importaba que fuera de madrugada; que aprendí de vos a llevar un registro médico de las enfermedades y las recetas y a leer los instructivos de todos los medicamentos y ahora me sirve con mis hijos.
Perdonanos por haberte llevado al Teleférico y no creer que de verdad te enfermaba la altura. Años más tarde supe lo que sentiste, al atravesarme un lago en lancha por amor a otra persona.
Lo único que te reclamo es que no te hayas cuidado, que hayas tenido 3 trabajos y mil preocupaciones silenciosas, que no hayas dormido por tantos años y que como consecuencia hoy no podás disfrutar lo que te merecías después de tanto esfuerzo.
Dicen que me parezco a vos y a tu mamá. Puede ser. De algún lado tienen que venir los colochos.
Feliz día, papá.
Es más importante decir, que nos cuidabas cuando nos enfermábamos, que era por vos que los antibióticos estaban a la hora correcta, no importaba que fuera de madrugada; que aprendí de vos a llevar un registro médico de las enfermedades y las recetas y a leer los instructivos de todos los medicamentos y ahora me sirve con mis hijos.
Perdonanos por haberte llevado al Teleférico y no creer que de verdad te enfermaba la altura. Años más tarde supe lo que sentiste, al atravesarme un lago en lancha por amor a otra persona.
Lo único que te reclamo es que no te hayas cuidado, que hayas tenido 3 trabajos y mil preocupaciones silenciosas, que no hayas dormido por tantos años y que como consecuencia hoy no podás disfrutar lo que te merecías después de tanto esfuerzo.
Dicen que me parezco a vos y a tu mamá. Puede ser. De algún lado tienen que venir los colochos.
Feliz día, papá.
2 comentarios:
Precioso!
KR : y no me atreví a dárselo :(
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