lunes, 16 de enero de 2012

El Salvador: 20 años de los Acuerdos de Paz

20 años de la firma negociada del fin de la guerra.

No nos trajo la paz, pero sí eliminó de nuestra vida diaria la congoja de la incertidumbre de la vida en un hilo. Al menos por la vía armada de la FAES o la Guerrilla.

Ahora vivimos otra congoja, como dije antes aquí mismo, quizá peor, porque no hay quien controle lo que pasa en nuestro país y no hay líderes que puedan un día, sentarse a decir ya no más.

Hacíamos memoria con mi madre hoy, me decía que yo era muy chiquita y quizá no me acordaba, pero sí, tengo algunas estampas en la memoria, quizá esas cosas que el subconsciente elige guardar, quizá como referencia.

A ella le duele haber perdido a un familiar, que buscando a su hijo desaparecido fue asesinado por uno de los bandos.

A mí me asusta al mirar hacia atrás y pensar que pude haberla perdido a ella, porque un 10 de enero quedó atrapada junto con otros compañeros de trabajo, en fuego cruzado. Me cuenta que a su regreso a la casa veía los cadáveres en la calle.

Una de sus mejores amigas murió junto a su esposo, dejando a sus dos hijos huérfanos, sabiendo que adelante había fuego y no quisieron esperar.

Yo sabía en generales eso del Mozote. Nunca había profundizado. Hoy leí el testimonio de Rufina Amaya y me ha dolido el alma como a cualquier salvadoreño que tenga conciencia del valor de una vida. Quizá si lo hubiera sabido en la época que sucedió, no me habría impactado tanto, como ahora que lo veo como madre.

La guerra hizo cosas atroces a los salvadoreños. No sé, ni soy quien para decir, si es mejor olvidar o castigar, si es mejor perdonar o vivir con la sed de justicia. Lo que me parece, al ver en retrospectiva, es que si fue negado por tanto tiempo, quizá la misión de Rufina Amaya en este mundo fue justamente esa, contar lo sucedido para que se supiera y que, con el conocimiento de causa, jamás ocurra algo similar en nuestra historia.

La guerra no fue solo ese evento y las personas de esas comunidades no fueron las únicas que murieron, pero habría que estar en el lugar de las familias de las víctimas para saber si sirve de algo o no que un Estado reconozca los hechos y pida perdón por algo así.

Lo importante, pienso yo, es que la memoria histórica nos alcance para que ese montón de jovencitos que en esta época de paz se encapucha, quema llantas, arma bochinche y mancha paredes dizque salidos de las entrañas de la UES, sepa que lo que hacen no es juego, que aquí se perdieron vidas por ideales y que creer que eso es una “bonita forma” de hacerse notar es no tenerle respeto a la memoria de todos esos muertos que, para bien o para mal, nos llevaron a gozar de la forma de vida que tenemos, en la que ellos nacieron y no tienen idea de lo que es vivir de otra manera.

La criminalidad, usted y yo estamos de acuerdo en que es otra cosa y, aunque pueda tener raíces en las secuelas de guerra, el volver a querer hacer una guerra civil no nos va a librar de los males sociales de hoy.

En 2009 pasamos la página y dimos el salto al abismo de lo desconocido, para caer en la realidad de que no había nada que temer, la alternancia política es lo mejor que nos podía pasar, para que los unos tuvieran su cuota de poder y vieran que no es lo mismo desde el otro lado y que los otros despertaran del sillón de la comodidad y tuvieran de nuevo que ideárselas para recuperar el terreno perdido.

Siento una especie de tristeza, quizá porque los últimos 18 años este día pasó como cualquier otro, a excpeción de 1992, cuando se dio el evento, fue asueto nacional y todos estuvimos pendientes de lo que sucedía. Quizá este dia he visto atrás, he recordado, he pensado en eso que decimos olvidado.

20 años es toda una vida, que muchos no alcanzaron a vivir.

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