Uno de mis mejores amigos me dijo un día, que nuestra amistad duraría “hasta que la muerte nos separe”...la cosa hubiera sonado a broma, de no ser porque la persona en cuestión tiene una enfermedad crónica por la cual hace unos 6 meses estuvo a punto de irse en serio, y la posibilidad está ahí, latente, por tiempo indefinido. Ese tipo de bromas no me gustan, mi relación con la muerte no es mala, es pésima.
Me cuesta mucho afrontar que la gente se vaya, especialmente antes de tiempo, especialmente cuando no ha vivido, especialmente cuando es buena.
Desde el año pasado que abrí el blog, supuse que para el 2 de noviembre escribiría un post de desahogo al respecto, pues mucha gente – demasiada ya – se ha ido de mi vida, en todos los casos sin poder decir un adiós, porque la mayoría han sido en circunstancias de violencia, enfermedades terminales o emergencias.
Un domingo hace más o menos un mes, me desperté con la noticia que la niña Margoth – una bella dama vecina de la colonia allá en Santa Ana – había fallecido hacía 3 días...y me revolvió el tema...y pensé en soltarlo de una vez, ya que para noviembre faltaba mucho...Para variar, me comió el tiempo y el tal 2 de noviembre se fue sin que posteara esto otra vez.
La niña Margoth se veía joven todavía, yo no le calculaba más de 60, pero dicen que tenía 72 años. Era tan dulce, tan buena. La conocía desde que yo era pequeña y nos trasladamos a vivir ahí, vecina de “la esquina”, a unas 5 casas de la mía. Entre sus bondades estaba ser costurera y a lo largo de mi infancia y adolescencia me confeccionó la ropa de los “estrenos” de navidad, cumpleaños y similares. Ahora ya “de grande”, siempre que iba de visita a mi casa la veía en la puerta de la suya, me felicitaba por ir a ver a mis papás, me regalaba una sonrisa...y yo me sentía adolescente otra vez, recordando esos bellos momentos por esos lados. Vivía con el dolor en el alma de haber visto partir a su hijo mayor antes que ella, víctima de la violencia, a un par de metros de su casa, hace unos años. Ahora ella descansa en paz, en un mundo mejor...y en compañía de su hijo a quien tanto amó en vida.
Mis pérdidas empezaron temprano, con mamá Naya, como ya les he contado en otros post.
Continuaron con los amigos, a los que siempre llevo en la memoria, y muchos de los cuales aun hoy recuerdo y veo gente parecida a ellos, recordando en el momento que ya no están aquí. Me da tristeza que no estén, confío en que sus almas estén bien, y los dejaré inmortalizados aquí:
Quique Consuegra.
Teníamos 10 años y jugábamos en bicicleta, béisbol en la calle, intercambio de música de casa a casa. Era el chico que les conté en el post de los New Kids on the Block. Se parecía a Luis Miguel de chiquito. Hizo todo muy temprano en la vida. Antes de los 20 ya se había casado y tenía una niña preciosa. Un mal día, recuerdo que estaba ya en la Universidad, en una casa que compartía con otras chicas de Santa Ana, cuando la mamá de una de ellas llamó para notificar, que un tipo se le había puesto al lado del carro donde él iba, y sin decir más, le dejó ir los disparos, frente a su esposa e hija.
Su mamá se consumió en dolor, la familia se desintegró por un tiempo...y a los chicos de “la cuadra” nos dolió en el alma...todavía hoy, te extrañamos Quique.
Vladimir Rodríguez
Cuando mi mamá tenía más o menos la edad que tengo hoy, frecuentaba un grupo de amigas del trabajo, todas tenían hijos y en sus reuniones nos llevaban – como buenas madres que son – así que el grupo de niños fue creciendo juntos. Vladimir era hijo único, simpático – vaya pues, guapo también – muy buena persona. Quizá porque la vida ya sabía lo que venía, también empezó su vida joven, antes de los 20 ya era papá y le dejó a su mamá su único nieto. Un diez de mayo – vaya fecha – venía por la carretera a Santa Ana, a la altura de El Congo, cuando unos sujetos le atravesaron el carro, y sin decir más, le quitaron la vida, igualmente frente a su esposa.
Hará unos 15 años talvez, no tengo muy fresca la fecha, pero su madre aun lo extraña, como si fuera ayer. Cada diez de mayo va al cementerio. Nunca tuvo otro hijo. Del grupo de niños, Vlady era con quien mejor me llevaba, pues tenía casi mi edad.
Mabel Reyes
En los scouts uno encuentra amigos, muchos de los cuales perduran por años. Mabel era una chica alegre, amable, siempre dispuesta a participar en todo, una buena amiga. Vivía con sus tíos porque su mamá estaba en USA. Compartió algunos años con nosotros en el grupo scout, hasta que un dia su mamá la “mandó a traer” y se fue, en teoría, para vivir mejor. Allá se casó y quedó embarazada. Todos aquí estábamos muy contentos por ella y esperábamos ansiosos que nos enviara fotos del bebé una vez naciera...pero nunca las vimos. Mabel falleció durante el parto, por complicaciones que no pudieron ser atendidas. Ya hace varios años, pero aun veo gente en la calle que se parece a ella, y a veces tardo unos segundos en reaccionar y darme cuenta que no puede ser, que ella nunca volverá.
Yody Godínez
En el trabajo que tenía anteriormente me tocó contratar personal. Una vez necesitaba una asistente, para digitación. Entrevisté varias jóvenes, algunas eran muy capacitadas, pero tenían un no sé qué, que no me terminaban de gustar. Yody no tenía grandes estudios, pero sabía usar la computadora y una actitud positiva, deseosa de aprender, sonriente, colaboradora...en resumen, tenía ganas de trabajar. La seleccioné a ella, aunque a mi jefe le parecía mejor otra candidata más “elegante”. Trabajamos muy bien juntas por un año y ella aprendió el quehacer diario, a tal punto que cuando me fui de licencia por la maternidad, la dejé encargada. En diciembre del año en que la contratamos, la operaron de emergencia, supuestamente por apendicitis, pero al intervenirla se dieron cuenta que algo andaba mal en su sistema digestivo. En el seguro social no le indicaron volver, ni seguimiento, ni otros examenes.
A mediados de año cumplía años Michelle, su pequeña de 3 años. Me dijo que hubiera querido hacerle una fiesta, pero no tenía recursos suficientes, y al menos quería pasar el día con ella. Yo la vi con ojos de madre y le dí el día libre. Me llegó contando que la habían pasado super bien, salieron a comer, fueron a pasear a un centro comercial...en fin, la niña estaba encantada, y ella muy agradecida por el permiso.
A mediados de año, se empezó a sentir mareada y estaba pálida. Yo la mandé a que pasara consulta, de chiquita me dio anemia y siempre le he tenido miedo a sus consecuencias. Regresó con unas órdenes para exámenes de sangre. Al tiempo – ese prudente y desesperante tiempo del ISSS – le dieron los resultados y una nueva cita. Me los mostró...y me quedé helada en la silla al ver el nivel tan bajo que tenía de hemoglobina. Ella parecía no comprender el significado de ese resultado. De la otra cita volvió con una orden para una punción lumbar...se me llenaron los ojos de lágrimas (igual que ahora al escribirlo) y el corazón me dio vuelta. Me fui donde la de Recursos Humanos y me vio con la misma cara que yo tenía...era evidente que tenía Leucemia.
A partir de ahí, por un año luchó por su vida, con la quimioterapia e ingresos en el hospital. Se le cayó el cabello, nos llegó a visitar con peluca...y una gran sonrisa que me partía el alma. Justo al año le dieron el alta y volvió a trabajar, pues estaba a punto que le declararan invalidez y perdería muchos beneficios laborales. Trabajó muy poco y recayó nuevamente. Andaba por la vida con mascarilla...pero no fue suficiente. Le dio gripe, la que le da a usted y a mí y no nos sucede nada, pero su sistema inmunológico no era nada, se le hizo neumonía...y una mañana de octubre el frío se apoderó de la oficina con la noticia de que se nos había ido para siempre.
Todavía la recuerdo, como si fuera ayer, cada octubre me da la melancolía. Quizá de todos es quien más me ha afectado, porque la vi irse de a poco, porque me dolió como madre la pequeña Michelle, porque era una de las personas más buenas que he conocido.
Mario Lungo
Lo definiría como mi “ángel de la guarda laboral”. Gracias a su recomendación entré a trabajar al sitio donde estoy ahora. No fue por “cuello”, simplemente le preguntaron si conocía a alguien con el perfil que buscaban para un proyecto específico y pensó en mí. Estoy segura que no era la única persona que conocía que encajaba con la solicitud, pero sabía que estaba prácticamente despedida del lugar donde laboraba, esperando únicamente el cierre total de la compañía para quedarme sin trabajo por primera vez en 7 años. Yo no lo sabía, pero cuando me recomendó, ya estaba enfermo, de manera terminal. Habrá fallecido unos seis meses después de eso.
Fue nuestro asesor de tesis y le tomó mucho cariño al grupo, no sé de dónde, porque sólo llevamos una o dos materias con él en la Universidad. Nos mandó a rehacer todo un par de veces, pero lo hicimos sin renegar, seguras de que no era por molestar, sino por nuestro bien.
Me apoyó para asistir a un curso en Nicaragua, que a su vez sirvió para que me conocieran y fuera más fácil que me seleccionaran para la beca en Bolivia. Pensaba reestructurar el departamento de Arquitectura de la Universidad, incorporando a profesionales jóvenes, y yo estaba en esa lista.
Recuerdo que un día me vio con un libro en la mano, y con su estilo muy peculiar me lo quitó diciendo: “ a ver qué andás leyendo...no vayan a ser babosadas”. Cuando vio que era de Isabel Allende se quedó tranquilo.
Es uno de esos grandes personajes, que dejaron el mundo mejor de lo que lo encontraron, y que es una lástima que se vayan antes de tiempo. Tampoco pude decirle adiós.
Y entonces, después de este recorrido por la tristeza de los que ya no están, les digo, a tí y a todos los que tengo cerca que lo hayan considerado alguna vez, que LES PROHIBO terminantemente que se vayan a morir jóvenes, les queda claro???
Yo ya no resisto más muertos.