Amanecer del lunes 4 de junio, con la promesa que todo tiempo pasado fue anterior y que lo mejor está por venir, para bien o para mal, vaya ud a saber |
Continuando con el propósito de venir a depositar aquí mis pensamientos antes que desperdigarlos en múltiples tuits, paso a contarles que, como se habrán dado cuenta a lo largo de estos 10 años de blog, soy de pocos amigos.
No es que sea antisocial ni que no me guste la gente, simplemente creo que a la gente no le agrado yo. Es de siempre.
Siempre fui la solitaria de la clase, del trabajo, de las reuniones de padres, de las fiestas...de todos lados.
Siempre he llevado la bandera de que nadie me quiere, pero, como puse en un tuit (sí, hice trampa, este post vio la luz antes en tuitter, pero en 280 caracteres y una imagen), me estoy quedando sin argumentos.
Viene a resultar que hay una persona, a la que no conozco personalmente, pero nos hemos hecho conocidas por el tuitter y por whatsapp. Tenemos muchas cosas en común y hemos intercambiado alguito, digo yo.
El punto es que esta persona es lo que yo llamaría una gran cosa. Es de esos seres humanos que hacen el bien sin mirar a quien y que les gusta más dar que recibir. Una vez hizo cheesecake y me pasó dejando una muestra. Lo más reciente es que tiene aguacates en su casa y sí, me pasó dejando unos cuantos. Nadie sabe cómo están los demás realmente, pero debería sentirse orgullosa de sus acciones porque los dichosos aguacates fueron nuestro desayuno y parte de la cena toda la semana, en tiempos que no son de conciliación y económicamente más que jodidos para mí.
So, gracias, detrás de los aguacates, venía el tesoro...y fue realmente simbólico, tomando en cuenta la lotería que es encontrar un aguacate sano y que no te engañe al partirlo y te salga verde. Estaban riquísimos.
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