Dicen que la Primera Dama sacó el tema en un congreso de mujeres, en la radio 102nueve tienen una encuesta al respecto y ayer Raquel publicó este post sobre el asunto.
Se trata del famoso y malquerido “de” en el apellido de casada.
Como todo, esto es cuestión de gustos. Iba a dejar un comentario en el blog de Raquel, cuando al redactarlo mentalmente me di cuenta que para explicarme bien, me iba a explayar demasiado que el comentario iba a parecer post, así que mejor lo hago de una vez aquí.
Cuando yo tenía la edad de Raquel, pensaba igual que ella, uyy, ushh, quéseso de usar el “de”, si yo no le pertenezco a nadie. Decidida estaba, total y completamente, que el dia que me casara no lo iba a usar. En ese momento desconocía las opciones que daba la ley, poco me interesaba estudiar la Ley del Nombre.
Me indignaban mis compañeras que al siguiente día de casadas se presentaban en sociedad de otra manera. Bien me acuerdo de una, que se llama digamos Juana Pérez por efectos de anonimato, y justo cuando regresó de la luna de miel le llamaron por teléfono y yo atendí y me dijeron: “con Juana de García”...yo me quedé dándole vueltas en la cabeza y dije: “aquí no hay nadie que se llame así” - ejem, yo desconocia el apellido del esposo – hasta que me dieron más señas y concluí que era la recién casada.
A otra que no pude comprender, fue una amiga que se casó y no había cambiado su DUI y estaba embarazada en el año de elecciones presidenciales. Si cambiaba su DUI en ese momento, que ya habían cerrado el padrón electoral, sólo para hacer el cambio de apellidos, el resultado sería que no podria votar en las elecciones, que iban a ser full (Presidente, alcaldes y diputados). ¿Su razón? Quería que en la partida de nacimiento de su hijo apareciera ella con el nombre de casada. Si hubiera sido yo, mejor le habría dicho a mi hijo si alguna vez preguntaba, que era preferible para mí como mujer ejercer mi derecho y deber de ciudadana de elegir a quienes nos gobernarían por 5 y 3 años, de todas formas él sabría que sus papás estaban casados aunque la partida no lo dijera.
Y bueno, llegó el día en que me casé por el civil. El abogado me explicó las opciones que tenía: dejarme mis dos apellidos iguales, como si nada; usar después de mi primer apellido el de él, asi de corrido (que hubiera parecido que era el apellido materno mío); y usar el temido “de” antepuesto a su apellido después del primero mío. En las opciones 2 y 3, igual perdía legalmente mi segundo apellido, porque no se podía – según me dijo el abogado – usar los 3.
Yo que soy re-cuestionadora, me pregunté por qué no podía usar los 3, si me acordaba que una de las Primeras Damas se apellidaba “de Calderón Sol”, es decir, agarró 2 apellidos del esposo más el suyo. ¿Por qué yo no podía tener 3?. El abogado no me supo responder, sólo le dio una risita y me dijo: “no, así no se puede, las que le dije son las opciones que existen en nuestro país”.
Bueno, en USA no existe el tal “de”, allá, país altamente desarrollado y con derechos de la mujer muy extendidos, lo usual es que la contrayente desaparezca sus apellidos originales y tome el del esposo como si fuera el suyo, porque la costumbre en los yunai es usar un nombre y un apellido. Haga memoria, busque un gringo que diga los dos nombres al presentarse...a lo mucho usan la inicial del segundo. Esa opción se me hace peor, porque ahí si que uno se convierte en otra persona de la noche a la mañana.
¿La decisión? Supongo que a estas alturas usted – especialmente si ha leído desde hace ratos este blog – se ha de estar preguntando si usé o no el tal “de”, sabiendo como pienso.
Pues, después de varios años de convivencia, yo había aprendido a conocer a mi consorte y sabía que, a pesar que me dijo que la decisión era mía y que iba a respetar lo que yo decidiera, allá en el fondo de su subconsciente de hombre educado a la antigua, él sería feliz si yo usaba el “de”.
Entonces...pues sí, legalmente ahí está, en el DUI, en la licencia, en el pasaporte. Mi segundo apellido se fue al baúl de los recuerdos escolares y me quedó el primero + de + el de él.
¿Decepcionado? Yo no. Lo hice feliz y de todas formas yo no planeaba usarlo para presentarme.
Si desde que llegué al kinder 3 dije llamarme con mi primer nombre y mi primer apellido y así me he presentado toda la vida, ¿por qué tendría que cambiar eso?. Cuando me gradué de la U, tampoco anduve exigiendo, como algunos, que me antepusieran el título de Arq al nombre para dirigirse a mí – digo, a menos que fuera una cosa laboral oficial donde si importara si yo era Arq o Licenciada pues – yo era Claudia y seguí siéndolo después de graduada. Igual entonces después de casada.
No me convertí en otra persona. Seguí siendo “yo misma” a donde fuera. Si usted me conoce de hace 20 años o de hace 2, me identifica por el mismo nombre. El cabio me lo recuerdan cuando hago trámites legales, pero, en serio, ¿qué más da?. Me parece tan indiferente como que en los discursos digan “niños y niñas”, para mí con decir “niños” se incluyen todos, no hay discriminación de género.
Así que usted niña cuando se vaya a casar, tome en cuenta realmente cómo se siente usted al respecto y la implicación que tendrá su decisión. Si la persona con la que se va a casar realmente la va a querer considerar como parte de su activo fijo por usar el “de”, pues patalee todo lo que pueda y no lo incluya o no se case. Si la situación va a ser la misma, casados o no, con “de” o sin él, ¿en qué le afecta en términos prácticos y reales?
Yo sé, ser mujer moderna es todo un lío, a uno le hierve la sangre por dentro con muchas cosas, pero también la tolerancia y la comprensión mutua son básicas para cosechar la felicidad feliz.
Debo aceptar, que como vivimos en un mundo machista, cuando me ha convenido he utilizado la palabrita para auyentar a algún atrevido que me quiera rondar...chis, alguna ventaja le tenía que sacar a la situación =)
Ahí le dejo la espinita, no se vaya pinchar ;)