Hace 8 años, 11
meses y 3 días mi padre tuvo el primer accidente cerebrovascular ACV
de gran intensidad, seguido por una bronquitis crónica de la que
tardó 4 meses en recuperarse.
En ese momento nos
enteramos que llevaba una vida siendo hipertenso, nunca fue al
médico, nunca dijo nada.
A partir de ahí fue un peregrinar por
neurólogos, cardiólogos, neumógolos, psiquiátras, fisiátras,
psicólogos, internistas y médicos generales por el lado
tradicional, y medicina biológica alternativa.
Fue hasta que lo
evaluó un neurólogo que se había especializado en Cuba que nos dio el
diagnóstico de Enfermedad de Binswanger.
Es difícil escuchar que te digan que a tu padre le quedan 4 o 5
años de vida y que no hay cura para lo que tiene. Es decir, nada de
lo que hagás detendrá su enfermedad, solo podés procurarle calidad
de vida.
Palabras que jamás habías oído en tu vida cobran significado
terrible: hemianiopsia, hemiparesia, isquemia.
Te dicen que “Los síntomas suelen presentarse poco a poco,
empeorando de forma progresiva aunque, en ocasiones, se estabilizan e
incluso mejoran.” Entonces vos pensás que la mejoría es buena,
que quizá se está curando, pero es solo parte del proceso.
Te informan que “No se conoce cura para esta enfermedad, y los
fármacos que se administran al paciente tienen como objetivo
controlar las patologías asociadas” El sistema de seguridad social te dice que no hay nada más que hacer que dejarlo morir. Y pensás que no es posible y buscás todos los medios alcanzables e inalcanzables, porque no puede ser que todo lo que podás hacer es ver
como se deteriora.
Y celebrás cumpleaños como si fueran el último, y lo visitás en navidades como si fueran las últimas.
Te vas y lo dejás estable y cuando estás a 5,144 km de distancia
una llamada te anuncia que es el fin, que ya nada se puede hacer. Llorás un dia entero en la distancia y una noche entera mientras atravesás los miles de kilómetros que te separan de él.
Te
regresás a como dé lugar y cuando estás a dos horas de que te dejen entrar a verlo, una llamada te dice que no llegaste a tiempo de decir adiós en
vida.
68 años y 33 días
después de haber llegado a este mundo, mi padre lo abandonó.
1 comentario:
Hoy más que nunca debes de creer en Dios y en su Misericordia, si así lo haces tendrás la certeza de que tu papá esta bien y es feliz, aunque nosotros lo extrañemos mucho.
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