Ayer martes fue un día duro para mí. Traía arrastrado un mal final de lunes y el martes amaneció negro, negro, negro. Consideré seriamente si ir a trabajar o no, no tenía ánimos de nada, mi alma era un mar de lágrimas inmenso, en el cual me ahogaba. De lo único que tenía ganas era de irme frente al mar a sentir la brisa, a ver la inmensidad del océano, a sentir en mi piel el agua salada espumeante.
Pero, mi desgracia de responsabilidad y el no saber mentir me impedían simplemente desaparecer, en mi oficina hay que pedir permiso escrito para todo – incluso si son algunos minutos – y hay que llamar para avisar si uno no va a presentarse por alguna emergencia y luego pasar el dichoso papelito. No podía, dada mi personalidad, llamar a mi jefe y decirle que no iba a ir por alguna cosa no cierta, y el decir “no voy porque me siento anímicamente fatal” no me pareció una cosa muy profesional...especialmente por como es mi jefecito.
Así que, por inercia, llegué a la oficina a la hora habitual. Al amanecer, no pensaba llevar mi computadora conmigo, no tenía ánimos de nada, sin embargo por un impulso me la llevé, así como un gadget sin sacar de su envoltorio que tenía guardado. Al llegar – media hora antes de la hora de entrada- encendí la computadora e intenté que mi mente divagara en otras cosas para no seguir presa del llanto, suficiente eran los ojos todavía hinchados y la cara de pocos amigos que de seguro tenía.
Mi mejor amigo pasó a mi lado y descubrió que algo me pasaba. Intentó ayudar dándome apoyo con sus palabaras, pero yo estaba tan negativa que le salí algo rancia...espero ya me hayas disculpado vos. Otra amiga llegó a saludar y fue la misma historia. Sin importar si yo estaba muda, trágica y sin mirarlo a los ojos, él siguió intentando darme ánimos y sacarme de mi “clavazón”. En una de esas me dijo que no estuviera así, que tenía amigos que me apreciaban, a lo que yo respondí “¿cuáles?”, si, mi lado Eyeore (burrito eternamente melancólico de Whinie the Pooh) salió a flote con todo. Luego tuvo que salir de la oficina y me quedé solita en mi área.
Entré al gmail y apareció RB, quien como siempre es una buena opción para conversar de cualquier tema y me ayudó mucho compartir lo que sentía...el chat es mágico para botar la timidez. Luego se conectó mi hermano, quien no tenía ni idea de que algo malo me ocurría, y no le dije, sino que le pedí soporte técnico para el gadget y me fue guiando paso a paso, con su estilo muy peculiar, y poco a poco mi rostro pudo albergar una sonrisa. Luego se conectó mi amiga, a la que le salí rancia al principio de la mañana, le expliqué la situación y se ofreció para conversar. Cuando mi amigo volvió me dijo “¿ya te sentís algo mejor? Se te ve otra cara”. Le dije que sí y le mostré las 3 ventanitas del chat que tenía abiertas y le dije “soporte técnico”, a lo que él respondió “ya ves que sí tenés gente que se preocupa por vos...” Luego hubo un tiempo para poder conversar con él, siempre es buen apoyo -a menos que ande él también de brazos caídos – pues es de carácter tranquilo y conciliador, a nada le ve problema.
Al mediodía me fue bien en el almuerzo, recurrí a mi sitio favorito, en el cual me había ido mal últimamente – ese será tema de post, espérelo – y me atendió una señorita de las antiguas, super amable y sobre todo pendiente de que mi orden saliera a tiempo. Comí un plato nuevo, que nunca había probado, hasta tiempo de postre me quedó, mientras leía las últimas páginas de mi libro de John Grisham. No pude menos que felicitarla antes de irme y decirle que su atención era la mejor que había recibido en meses por ahí.
Volví a la oficina sonriente, y la tarde fue diferente.
A la salida me fui al gimnasio, nadé un rato y sentí mi cuerpo relajarse. Me encontré una amiga de esas que saludan con un gran abrazo, sonrisa y brincan de la alegría de verte, fuente de buenas vibras.
Hoy luzco mi sonrisa nuevamente, he escuchado música -ayer ni eso quería – trabajo con ánimos y el mundo está azul nuevamente. No, las cosas que me provocaron la depresión no se han ido, de hecho continúan iguales, el problema sigue ahí y seguirá estando a saber por cuánto tiempo más. La diferencia es que me pude levantar y tomar una actitud diferente y sobrellevarlo mejor.
Gracias infitintas a vos, vos, vos y usted, que me aguantaron y me dieron su “soporte”, creo que sin su intervención a lo mejor aun andaría de bajón, pero hoy hay un nuevo sol.
La vida sin amigos no es nada, y gracias a Dios que existen.
Pero, mi desgracia de responsabilidad y el no saber mentir me impedían simplemente desaparecer, en mi oficina hay que pedir permiso escrito para todo – incluso si son algunos minutos – y hay que llamar para avisar si uno no va a presentarse por alguna emergencia y luego pasar el dichoso papelito. No podía, dada mi personalidad, llamar a mi jefe y decirle que no iba a ir por alguna cosa no cierta, y el decir “no voy porque me siento anímicamente fatal” no me pareció una cosa muy profesional...especialmente por como es mi jefecito.
Así que, por inercia, llegué a la oficina a la hora habitual. Al amanecer, no pensaba llevar mi computadora conmigo, no tenía ánimos de nada, sin embargo por un impulso me la llevé, así como un gadget sin sacar de su envoltorio que tenía guardado. Al llegar – media hora antes de la hora de entrada- encendí la computadora e intenté que mi mente divagara en otras cosas para no seguir presa del llanto, suficiente eran los ojos todavía hinchados y la cara de pocos amigos que de seguro tenía.
Mi mejor amigo pasó a mi lado y descubrió que algo me pasaba. Intentó ayudar dándome apoyo con sus palabaras, pero yo estaba tan negativa que le salí algo rancia...espero ya me hayas disculpado vos. Otra amiga llegó a saludar y fue la misma historia. Sin importar si yo estaba muda, trágica y sin mirarlo a los ojos, él siguió intentando darme ánimos y sacarme de mi “clavazón”. En una de esas me dijo que no estuviera así, que tenía amigos que me apreciaban, a lo que yo respondí “¿cuáles?”, si, mi lado Eyeore (burrito eternamente melancólico de Whinie the Pooh) salió a flote con todo. Luego tuvo que salir de la oficina y me quedé solita en mi área.
Entré al gmail y apareció RB, quien como siempre es una buena opción para conversar de cualquier tema y me ayudó mucho compartir lo que sentía...el chat es mágico para botar la timidez. Luego se conectó mi hermano, quien no tenía ni idea de que algo malo me ocurría, y no le dije, sino que le pedí soporte técnico para el gadget y me fue guiando paso a paso, con su estilo muy peculiar, y poco a poco mi rostro pudo albergar una sonrisa. Luego se conectó mi amiga, a la que le salí rancia al principio de la mañana, le expliqué la situación y se ofreció para conversar. Cuando mi amigo volvió me dijo “¿ya te sentís algo mejor? Se te ve otra cara”. Le dije que sí y le mostré las 3 ventanitas del chat que tenía abiertas y le dije “soporte técnico”, a lo que él respondió “ya ves que sí tenés gente que se preocupa por vos...” Luego hubo un tiempo para poder conversar con él, siempre es buen apoyo -a menos que ande él también de brazos caídos – pues es de carácter tranquilo y conciliador, a nada le ve problema.
Al mediodía me fue bien en el almuerzo, recurrí a mi sitio favorito, en el cual me había ido mal últimamente – ese será tema de post, espérelo – y me atendió una señorita de las antiguas, super amable y sobre todo pendiente de que mi orden saliera a tiempo. Comí un plato nuevo, que nunca había probado, hasta tiempo de postre me quedó, mientras leía las últimas páginas de mi libro de John Grisham. No pude menos que felicitarla antes de irme y decirle que su atención era la mejor que había recibido en meses por ahí.
Volví a la oficina sonriente, y la tarde fue diferente.
A la salida me fui al gimnasio, nadé un rato y sentí mi cuerpo relajarse. Me encontré una amiga de esas que saludan con un gran abrazo, sonrisa y brincan de la alegría de verte, fuente de buenas vibras.
Hoy luzco mi sonrisa nuevamente, he escuchado música -ayer ni eso quería – trabajo con ánimos y el mundo está azul nuevamente. No, las cosas que me provocaron la depresión no se han ido, de hecho continúan iguales, el problema sigue ahí y seguirá estando a saber por cuánto tiempo más. La diferencia es que me pude levantar y tomar una actitud diferente y sobrellevarlo mejor.
Gracias infitintas a vos, vos, vos y usted, que me aguantaron y me dieron su “soporte”, creo que sin su intervención a lo mejor aun andaría de bajón, pero hoy hay un nuevo sol.
La vida sin amigos no es nada, y gracias a Dios que existen.
4 comentarios:
Clau lamento mucho que aveces nos sucedan cosas con no eleven nuestros casmbios de animos, pero el viejo Dios siempre pone a las personas adecuadas para mostrarnos que estamos equivocados.
Saludos un abrazo muy fuerte
y que tenga un feliz dia.
Ayer fue un dia gris para mi, todo lo que hice (o deshice) me salió mal o ni me salió.
Y lamentablemente te entiendo lo que escribís porque me pasó varias veces, si, suerte que existen los amigos que siempre nos dan esa manito que necesitábamos =)
un besazo Clau!
Es curioso como muchas personas pasan por situaciones similares a esta y uno se clava en verdad que nadie nos entiende y nos ponemos 'rancios' con el mundo...
Gracias a Dios, siempre algo o alguien aparece para salvar el dia.
Feliz fin de semana.
Litzardo: gracias por los buenos deseos.
Moni: y, yo sé que vos sos de esas amigas que levantan ánimos, gracias por estar ahí siempre.
ElSum: y leyendo tu blog me di cuenta que somos varios los que nos hacemos de cuadritos la existencia =)
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