Somos mujeres y somos, realmente, una
gran cosa.
En estas dos semanas he probado el
máximo de la exigencia de la vida femenina: semana de tareas
evaluadas en el colegio y exámenes cortos para el grande, chiquita
agripada, yo misma enferma, aun convaleciente de una cirugía,
saliendo a media noche de la oficina...y así.
Gracias a la persona que me ayuda en
casa, este mes ya no me toca estar pendiente de lavar la ropa, pero
antes aunque llegara de madrugada de trabajar, todos los días había
que seguir con la lavada.
Jueves me fui a las 8 pm de la oficina,
viernes a las 8, el sábado reunión en el colegio, el lunes que
venía dispuesta a sacar el trabajo en el dia, acabé yéndome pasada
la media noche, a las 6:30 am del martes tenía cita en el colegio,
calles cerradas, llegué a las 7, no me atendieron, reprogramar,
volver a la oficina a seguir, darme cuenta que no había nada qué
comer en la casa, hacer el super online, almorzar a las 6 de la tarde
del martes, llegar a estudiar para el examen del miércoles, llegar a
la oficina el miércoles y no salir hasta el jueves a las 4:30 am,
para llegar a casa a hacerle desayuno al peque, enrumbarlo al cole,
dormir una hora y regresar a la oficina, almorzar a las 3 del
jueves...
Somos varios aquí, quizá equilibrado
entre hombres y mujeres. Las tres que somos mamás, nos fuimos igual
al amanecer para preparar a los hijos para el colegio y volvimos, a
seguir, para terminar el trabajo.
Estoy cansada, agotada, enferma...y
todo lo que quisiera mañana es encontrarme alguien cursi en el
camino que me regalara chocolates, un peluche, una rosa...porque sí,
además de super-mujer-mamá-profesional-autosuficiente, también
quisiera que al menos de vez en cuando, alguien cuidara de mi.
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