lunes, 28 de junio de 2010

Penas ajenas demasiado propias

Infinitas veces me he preguntado por qué soy así. Por qué sudo calenturas ajenas con tanta facilidad. Por qué se me contagian las alegrías de otra gente y las hago propias, pero por qué con mayor frecuencia se me pegan las desgracias ajenas y sufro como si fueran mías.

Ya me había pasado antes, con una persona que iba mal con su pareja, y mi impulso era recomendar que terminaran, porque no le veía futuro a la cosa, o más bien, le veía un futuro algo negro. Por días pasé como intranquila. Esta persona lo pudo superar y ya está bien, o al menos otras cosas ocupan ahora su mente. Y ya, se me pasó esa “angustia”.

Aparte de esa situación, hay una persona a quien le tengo aprecio, que desde hace ratos tiene serios problemas en su vida sentimental. Aconsejé, acompañé, fui buena amiga, fui paño de lágrimas...hasta que la tortilla se dio vuelta y empecé a ser objeto de iras y frustraciones, y ahí la cosa ya no me gustó.

Opté por alejarme. Qué vela tenía yo en ese entierro para que me cayeran las baldadas de agua fría. Nada.

Evidentemente no puedo contar la historia, porque no es mía, es ajena, pero en resumen podría decir que esta persona tenía discusiones serias con su pareja, pues su pareja pensaba que había una tercera persona enmedio, que para colmo era familia. La persona que es mi amiga dice que no, que no hay nada...pero yo veo un brillo extraño en sus ojos cada vez que habla de su familiar. Y la verdad que entiendo a su pareja en la desconfianza.

Pero es que uno tiene límites, y a mí ya no me gustó la forma en que esta persona me estaba tratando, porque de plano que yo nada tenía que ver en su bronca interna.

Y hoy me siento como triste, porque me enteré que su situación con su pareja empeoró, y que su acercamiento con su familiar sigue. No me gusta la persona en que se ha convertido. A veces siento que me está tomando algo así como “premio de consuelo” en su fracaso...y está jodido realmente.

En casos así, uno se alegra de que su punto sea un punto y seguido y no un punto y aparte.

Que pena. Y que pena que la pena sea ajena y que no me la pueda sacudir por más que he tratado.

Leyendo al Jaime Bailey, se parece a la situación con su amigo a quien llama “Tocayo”, pues el tal Jaime aguantaba de todo por aprecio a la amistad del tocayo...hasta que le rebalsó el vaso y ya, dio gracias por la amistad perdida.

No quisiera llegar a eso...pero bien que voy por el camino hacia.

Lo peor que cuando estoy así en modo emo, me da por escuchar música cortavenas, como lo que escucho ahorita: "Primera fila" de Thalía...vaya usté a saber!

No hay comentarios: